Yo no sé por qué sucede pero, cada cierto tiempo, hay un momento, un segundo reo en el tiempo en el que las palabras se traducen en milímetros de piel, en pequeños trozos de silencio curioso que se mueven con avidez incontrolable buscando rincones vírgenes del cuerpo donde nadie antes se haya atrevido a pincelar con las manos una sensación ni si quiera parecida, suspendiendo a los puntos en el aire y a las noches en los cinco hilos de su tela de araña…
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